Por Bernardo Guerrero
El 9 de septiembre de 1923 un grupo de hombres y mujeres, en el sector del Cerro La Cruz, en el Colorado, fundó el club deportivo La Cruz. Dieron forma así a una viejo sueño que amasaron de tarde en tarde en ese Iquique que vivía del salitre. Entonces Iquique era un puerto de barrios. El Colorado uno de los principales.
Inspirados tal vez en el color que produce la puesta de sol con aquel del carbón que alimentaban a los trenes, combinaron el amarillo con el negro y diseñaron la divisa que hasta el día de hoy constituye parte de nuestra identidad.
A la hora de los hombres justos, el nombre y la figura de don Santiago White surge como un emblema necesario a la luz del recuerdo y de la inspiración al futuro.
Por más de 40 años la Plaza Arica se nutrió del espíritu cruciano. La Cruz vio en la Plaza Arica una especie de tierra prometida, el lugar donde el peregrinaje habría de acabar.
Tuvimos una cancha que siempre creíamos nuestra. La sede social se convirtió en una idea que había que hacer realidad. Y la hicimos bajo el signo de la autoconstrucción y del trabajo voluntario. El espíritu del deporte amateur hizo el resto. Sábados por la tarde, el barrio de La Plaza Arica, suspendía la siesta para dar paso a la realización de la utopía: tener una sede propia y digna. Pero fue demolida por la Municipalidad y jamás repuesta. Otra vez la fatalidad.
Una larga lista de hombres y mujeres habitan la memoria color amarillo y negro. Un catalogo de nombre acaso interminable. Mario Olivares, Marcelino Herrera, Mario Aranda, y nuestros muertos más cercanos y queridos: Freddy Rivera, Oscar Ahumada y Enrique Aranda y todos esos miles de rostros que compartieron la ilusión del ser cruciano.
En estos 76 años nos sorprende más jóvenes que nunca. Quizás eso si con una eterna deuda que algún día pagaremos al viejo Manuel, quizás la reencarnación de Santiago White, tal vez el único que se echa sobre la espalda una tradición que le sirve para enfrentar las mezquindades de este mundo. Hoy la utopía clama por materializarse en una sede Social propia para albergar a los cientos de niños que responden al silbato de la historia.
Por ahora sólo nos queda cantar a todo pulmón este himno nacido en la esquina de la Plaza Arica con Errázuriz una tarde de otoño. “Adelante muchachos de La Cruz/adelante que vamos a vencer/ si llegamos a sufrir una derrota/nuestro lema tendrá que ser igual”.